sábado, 26 de julio de 2008

Obesidad en niños


significa tener demasiada grasa en el cuerpo. Se diferencia del sobrepeso, que significa pesar demasiado. Ambos términos significan que el peso de una persona está por encima de lo que se considera saludable según su estatura. Los niños crecen a distintas velocidades, de modo que no siempre es fácil saber cuando un niño está obeso o excede el peso normal. Solicítele a su médico que mida la estatura y el peso de su hijo para determinar si se encuentra dentro de lo que se considera saludable.

En caso de ser necesario apegarse a un programa para bajar de peso, haga participar a toda la familia en los hábitos sanos, de modo que el niño no se sienta apartado. Puede fomentar el consumo de los alimentos sanos sirviendo más frutas y vegetales y comprando menos bebidas gaseosas y bocadillos de alto contenido en grasas y calorías. La actividad física también puede ayudar al niño a superar la obesidad o a sobrepasar su peso normal. Los niños necesitan aproximadamente 60 minutos diarios de actividades físicas.

Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y del Riñón


El porcentaje de niños con sobrepeso está aumentando a una velocidad alarmante en EE.UU y en los países industrializados. En general, los niños pasan más tiempo frente al televisor, la computadora o la videoconsola y menos tiempo haciendo ejercicio. Y las ajetreadas familias de hoy en día tienen menos tiempo libre para preparar comidas saludables, nutritivas y caseras. Desde la comida rápida hasta la electrónica, lo rápido y lo fácil parecen haberse impuesto en la mentalidad de muchas personas, jóvenes y mayores, en este nuevo milenio.

Desde la década de los setenta, la cifra de niños y adolescentes con sobrepeso se ha duplicado con creces en los EE.UU. Hoy en día, el 10% de los niños de entre dos y cinco años y más del 15% de los niños y jóvenes de entre seis y 19 años tienen sobrepeso. Si sumamos el porcentaje de niños con sobrepeso y el de niños en situación de riesgo de desarrollar sobrepeso, la cifra asciende a uno de cada tres niños.

Prevenir el sobrepeso en su hijo significa cambiar la forma en que usted y su familia se alimentan y hacen ejercicio, así como la forma en que pasan el tiempo que están juntos. Ayudar a su hijo a llevar un estilo de vida saludable es algo que debe empezar por usted mismo, que, en calidad padre, debería darle un buen ejemplo.

¿Tiene su hijo sobrepeso?

Se considera que un niño con un índice de masa corporal (IMC) que esté por encima del percentil 95 teniendo en cuenta su sexo y edad tiene sobrepeso. El IMC utiliza las medidas de estatura y peso para estimar cuánta grasa corporal tiene una persona. Para calcular el IMC de su hijo, divida su peso (en kilogramos) entre el cuadrado de su estatura (en metros), es decir, peso/estatura.

Una forma más fácil de obtener el IMC de su hijo es utilizar una calculadora de IMC. Una vez haya determinado el IMC de su hijo, puede representarlo en una gráfica estándar de IMC. Su hijo pertenecerá a una de las siguientes cuatro categorías:

  • Peso por debajo de lo normal: IMC por debajo del percentil 5
  • Peso normal: IMC entre los percentiles 5 y 85
  • Riesgo de sobrepeso: IMC entre los percentiles 85 y 95
  • Sobrepeso: IMC por encima del percentil 95

El IMC no es una medida perfecta de la grasa corporal y hay situaciones en que puede llevar a confusión. Por ejemplo, una persona con la musculatura muy desarrollada puede tener un IMC alto sin tener sobrepeso (porque la mayor musculatura aumenta el peso corporal de una persona pero no su cantidad de grasa). Es importante recordar que el IMC suele ser un buen indicador, pero no es una medida directa de la grasa corporal.

Es posible que últimamente esté oyendo hablar mucho sobre el IMC. Los pediatras calculan el IMC en las visitas rutinarias y muchos colegios incluyen esta medida en los chequeos anuales.

Si a usted le preocupa que su hijo pueda tener sobrepeso, llévelo al pediatra. Si su hijo tiene sobrepeso, probablemente el pediatra le preguntará sobre los hábitos alimentarios y de actividad física de su hijo y le dará recomendaciones para que introduzca cambios positivos. También evaluará aquellos problemas de salud que puedan estar relacionados con la obesidad (véase más adelante). Dependiendo del IMC, la edad del niño y su estado de salud, es posible que el pediatra les remita a un nutricionista titulado para que les guíe sobre los cambios que se deberían introducir en la dieta del niño. Algunos niños con sobrepeso necesitan participar en programas globales de control de peso.

Consecuencias del sobrepeso

Los niños con sobrepeso están situación de riesgo de padecer graves problemas de salud, como la diabetes tipo 2, la hipertensión arterial y niveles de colesterol altos -problemas que antes se consideraban exclusivos de los adultos. Además, los niños con sobrepeso son más propensos a tener baja autoestima debido a las burlas, el acoso y el rechazo por parte de otros niños de que son objeto. A menudo los niños con sobrepeso son los últimos en ser elegidos como compañeros de juego, incluso en la etapa preescolar. Los niños con sobrepeso tienen más probabilidades de desarrollar hábitos alimentarios poco saludables y de padecer trastornos de la conducta alimentaria, como la anorexia nerviosa y la bulimia. Y también son más propensos a deprimirse y a caer en conductas adictivas, como el abuso de sustancias, que los niños con peso promedio.

Los niños con sobrepeso tienen mayor riesgo de desarrollar problemas médicos que, aparte de repercutir negativamente sobre su salud actual, representan una amenaza para su futura salud y tienen repercusiones directas sobre su calidad de vida, como:

  • hipertensión arterial, niveles elevados de colesterol y de lípidos en sangre, resistencia a la insulina y diabetes tipo 2
  • problemas óseos y articulares
  • falta de aliento y tendencia a fatigarse con facilidad, lo que dificulta su participación en deportes o actividades físicas, y puede agravar los síntomas asmáticos o aumentar las probabilidades de desarrollar asma
  • patrón de sueño agitado o desestructurado
  • tendencia a madurar prematuramente (los niños con sobrepeso pueden ser más altos y más maduros sexualmente que los demás niños de su edad, levantando expectativas de que deberían comportarse de acuerdo con la edad que aparentan en vez de con la que tienen en realidad; las chicas con sobrepeso pueden tener ciclos menstruales irregulares y posibles problemas de fertilidad al hacerse adultas)
  • trastornos hepáticos y de biliares
  • depresión

Los factores de riesgo presentes durante la infancia (como la hipertensión arterial, niveles elevados de colesterol y diabetes), a la larga, pueden favorecer el desarrollo de problemas graves de salud en la etapa adulta como, por ejemplo, cardiopatías, insuficiencia cardiaca y apoplejía. La prevención y el tratamiento de la obesidad durante la infancia pueden reducir el riesgo de desarrollar estos trastornos durante la etapa adulta.

¿Cuáles son las causas del sobrepeso?

Hay diversos factores que contribuyen al sobrepeso y que pueden actuar aislada o conjuntamente. Pueden estar implicados los factores genéticos, el estilo de vida, o ambos al mismo tiempo. A veces, el exceso de peso obedece a problemas endocrinos, síndromes genéticos y/o determinados medicamentos.

Gran parte de lo que comemos es fácil y rápido de preparar, desde las comidas rápidas cargadas de grasa hasta los alimentos precocinados listos para calentar al microondas. Tenemos los horarios tan apretados que nos queda poco tiempo para preparar comidas saludables o encontrar un rato para hacer ejercicio. Y el tamaño de las raciones, tanto en casa como fuera de casa, ha aumentado considerablemente.

Además, en la actualidad llevamos vidas más sedentarias que en ninguna otra época histórica -los niños pasan más tiempo jugando con equipos electrónicos, desde computadoras hasta videoconsolas portátiles, que jugando activamente al aire libre. La televisión es uno de los principales culpables.

Los niños menores de ocho años pasan un promedio de 2,5 horas diarias viendo la televisión o jugando a videojuegos y los niños de ocho años en adelante se pasan hasta 4,5 horas diarias apoltronados frente al televisor o apretando botones y manipulando mandos. Los niños que se pasan más de cuatro horas diarias delante del televisor tienen más probabilidades de tener sobrepeso en comparación con aquellos que se pasan dos horas o menos. No es de extrañar que el hecho de tener televisión en el dormitorio también se asocie a una mayor probabilidad de desarrollar sobrepeso. En otras palabras, cuando los niños vuelven a casa tras la jornada escolar, ¡casi todo el tiempo libre que tienen antes de la cena, entre que hacen las tareas escolares y se preparan para irse a la cama, transcurre delante de algún tipo de pantalla!

Además, a pesar de que la educación física en la escuela puede contribuir a que los niños hagan ejercicio físico, una cantidad cada vez mayor de escuelas está recortando sus programas de educación física o reduciendo la cantidad de tiempo que los niños pasan practicando realmente este tipo de actividades. Un estudio mostró que las clases de gimnasia ofrecían a los niños de tercer curso de primaria sólo 25 minutos de actividad física intensa por semana.

Los factores genéticos también desempeñan un papel -los genes contribuyen a determinar la forma en que el organismo de cada persona almacena y quema grasas, de la misma manera en que contribuyen a determinar otros rasgos. Puesto que, tanto los genes como los hábitos se transmiten entre generaciones consecutivas, es posible que varios miembros de la misma familia tengan problemas de peso.

Una mayor tendencia a "refugiarse en la comida" para superar las emociones negativas también puede contribuir al aumento de peso. Algunas personas tienden a comer más cuando están tristes, estresadas o aburridas. Los miembros de una familia tienden a tener hábitos alimentarios similares, a mantener los mismos niveles de actividad física y a adoptar las mismas actitudes con respecto al sobrepeso. Los estudios han mostrado que el riesgo de obesidad de un niño es mucho mayor si uno o ambos padres tienen sobrepeso o son obesos.

Cómo ayudar a su hijo a superar el sobrepeso y la obesidad

La clave para conseguir que los niños de todas las edades mantengan un peso saludable consiste en implicar a todos los miembros de la familia. Es la idea de "predicar con el ejemplo". Haga de la alimentación saludable y de la práctica de ejercicio físico un asunto familiar. Pida a su hijo que colabore en la elección y preparación de comidas saludables y lléveselo con usted cuando haga la compra para que aprenda a escoger alimentos saludables.

Evite caer en algunas de las trampas más comunes relacionadas con los alimentos y el acto de comer:

  • No recompense a su hijo por su buena conducta ofreciéndole golosinas o dulces ni intente frenar el mal comportamiento castigándole a no tomarlos. Piense en otras formas de impartirle disciplina para modificar su comportamiento.
  • No imponga la norma de "dejar siempre el plato limpio". Tenga en cuenta las fluctuantes curvas de hambre de los niños. Hasta los bebés que giran la cara en la dirección contraria a la del biberón o el pecho de sus madres están enviando señales de que ya han comido bastante. Si su hijo ya está satisfecho, no le obligue a seguir comiendo. Refuerce la idea de que sólo debe comer cuando tenga hambre.
  • No hable sobre "alimentos prohibidos" ni elimine por completo todos los dulces y tentempiés favoritos de la dieta de un niño con sobrepeso. Los niños pueden rebelarse y comer cantidades excesivas de esos alimentos prohibidos cuando están fuera de casa o traerlos a casa a escondidas.

He aquí algunas recomendaciones adicionales para niños de diferentes grupos de edad:

  • Desde el nacimiento hasta el año de edad: La lactancia materna, aparte de las muchas ventajas que aporta a la salud de los lactantes, es posible que ayude a prevenir el sobrepeso. Aunque no se conoce exactamente el mecanismo implicado, los bebés amamantados son más capaces de controlar su propia ingesta y de dejarse guiar por los mecanismos internos que les indican cuándo tienen o no tienen hambre.
  • Entre los dos y los seis años: Inicie los buenos hábitos desde el principio. Fomente la tendencia natural de los niños a estar activos y ofrezca a su hijo un amplio abanico de alimentos saludables. Un niño puede necesitar que le ofrezcan un alimento nuevo 10 veces o más antes de aceptarlo, de modo que no tire la toalla demasiado pronto.
  • Entre los siete y los 12 años: Anime a su hijo a practicar ejercicio físico cada día, se trate de un deporte de equipo organizado o de jugar a la pelota o al escondite a la hora del recreo. Mantenga a su hijo activo también en casa proponiéndole actividades como pasear y/o jugar en el patio o el jardín. Déjele participar cada vez más en las elecciones de alimentos saludables.
  • Entre los 13 y los 17 años: A los adolescentes les encantan los establecimientos de comida rápida, pero trate de guiar a su hijo hacia restaurantes donde sirvan comidas más saludables como, por ejemplo, ensaladas y pollo asado, y raciones más pequeñas. Anímele a estar activo cada día. Si no le van los deportes de equipo, sugiera actividades menos competitivas que pueden ayudarle a mantenerse en forma, como el yoga o el método Pilates, o deportes alternativos como el monopatín, el patinaje o la bicicleta de montaña.
  • Todas las edades: Reduzca el tiempo que su hijo pasa delante del televisor, la computadora y las videoconsolas y evite que coma mientras ve la televisión. Prepárele un amplio abanico de alimentos saludables y coman en familia siempre que sea posible. Trate de incluir cinco raciones de frutas y verduras al día en la dieta de su hijo, prepare meriendas y tentempiés saludables y anime a su hijo a desayunar cada día. Ínstele a probar diversas actividades. No le obligue a practicar un deporte o actividad en concreto -ayúdele a encontrar una actividad que le guste y luego apóyelo en sus esfuerzos.

Si usted, en calidad de padre, come bien, hace ejercicio regularmente e incorpora hábitos saludables en el estilo de vida de toda la familia, proporcionará a su hijo un buen ejemplo a seguir de por vida. Hable a su hijo sobre la importancia de comer bien y hacer ejercicio, pero hágalo siempre con naturalidad, sin hacer de ello una montaña y convierta este tema en un asunto que no sólo le incumbe a él, sino a toda la familia. Y, sobre todo, transmita a su hijo el mensaje de que usted le quiere -independientemente de lo que pese- y que lo que desea es ayudarle a ser feliz y a estar sano.


martes, 22 de julio de 2008

Cómo identificar el autismo en la infancia

El autismo es un trastorno infantil que suele darse preferentemente en niños que en niñas.
Las habilidades de un niño autista pueden ser altas o bajas dependiendo tanto del nivel de coeficiente intelectual como de la capacidad de comunicación verbal.

¿Cuales son las causas del autismo?

Las causas del autismo aún son desconocidas. Pero existen algunas teorías:
1. Las relaciones del niño autista y su entorno y medio social. Se dice que el autista es así porque no ha recibido afectividad cuando era pequeño. Que ha tenido padres distantes, fríos, demasiado intelectuales.

2. Deficiencias y anormalidades cognitivas. Parece existir alguna base neurológica aunque no está demostrada.

3. Ciertos procesos bioquímicos básicos. Se ha encontrado un exceso de secreción de Serotonina en las plaquetas de los autistas.

Perfil de un niño autista

Un niño autista tiene una mirada que no mira pero que traspasa. En el lactante se suele observar un balbuceo monótono del sonido, balbuceo tardío, y una falta de contacto con su entorno, así como de un lenguaje gestual. No sigue a la madre y puede entretenerse con un objeto sin saber para qué sirve.
En la etapa preescolar el niño se muestra extraño, no habla. Le cuesta asumir el yo e identificar a los demás. No muestra contacto de ninguna forma. Pueden presentar conductas agresivas incluso a sí mismo. Otra característica del autismo es la tendencia a llevar a cabo actividades de poco alcance de manera repetitiva. El niño autista puede dar vueltas como un trompo, llevar a cabo movimientos rítmicos con su cuerpo tal como aletear con sus brazos.

Los autistas con alto nivel funcional pueden repetir los comerciales de la televisión o llevar a cabo rituales complejos al acostarse a dormir. En la adolescencia se dice que 1/3 de los autistas suelen sufrir ataques epilépticos lo cual hace pensar en una causa nerviosa.

Un resumen de los síntomas que pueden indicar que el niño sea autista

- Acentuada falta de reconocimiento de la existencia o de los sentimientos de los demás.
- Ausencia de búsqueda de consuelo en momentos de aflicción.
- Ausencia de capacidad de imitación.
- Ausencia de juego social.
- Ausencia de vías de comunicación adecuadas.
- Marcada anormalidad en la comunicación no verbal.
- Ausencia de actividad imaginativa, como jugar a ser adulto.
- Marcada anomalía en la emisión del lenguaje con afectación.
- Anomalía en la forma y contenido del lenguaje.
- Movimientos corporales estereotipados.
- Preocupación persistente por parte de objetos.
- Intensa aflicción por cambios en aspectos insignificantes del entorno.
- Insistencia irrazonable en seguir rutinas con todos sus detalles.
- Limitación marcada de intereses, con concentración en un interés particular.

¿Existe tratamiento?

La educación especial es el tratamiento fundamental y puede darse en la escuela específica o bien en dedicación muy individualizada ("Maternage"). Se puede recurrir a la psicoterapia aunque los resultados son escasos debido a que el déficit cognitivo y del lenguaje dificultan la terapéutica. El apoyo familiar es de gran utilidad. Los padres deben saber que la alteración autista no es un trastorno relacional afectivo de crianza. Es recomendable buscar y mantener contactos con asociaciones para padres de niños autistas.
Hay considerar también el tratamiento farmacológico, que deberá estar indicado por un medico especialista.

¿Se puede curar el autismo?

El autismo no tiene curación. Es un síndrome que definió en 1943 un psiquiatra de origen austriaco llamado Leo Kanner. Hoy en día, 50 años después, aún no se conocen las causas que originan esa grave dificultad para relacionarse. Se calcula que unos 350 niños en la Comunidad de Madrid conviven con el síndrome.

¿Lo que deben hacer los padres?

Los padres que sospechan que su niño puede ser autista, deben consultar al pediatra para que los refiera a un psiquiatra de niños y adolescentes, quien puede diagnosticar con certeza el autismo, su nivel de severidad y determinar las medidas educacionales apropiadas. El autismo es una enfermedad y los niños autistas puede tener una incapacidad seria para toda la vida. Sin embargo, con el tratamiento adecuado algunos niños autistas pueden desarrollar ciertos aspectos de independencia en sus vidas.
Los padres deben de alentar a sus niños autistas para que desarrollen esas destrezas que hacen uso de sus puntos fuertes de manera que se sientan bien consigo mismos. El psiquiatra, además de tratar al niño, puede ayudar a la familia a resolver el estrés; por ejemplo, puede ayudar a los hermanitos, que se sienten ignorados por el cuidado que requiere el niño autista, o que se sienten abochornados si traen a sus amiguitos a la casa. El psiquiatra de niños y adolescentes puede ayudar a los padres a resolver los problemas emocionales que surgen como resultado de vivir con un niño autista y orientarlos de manera que puedan crear un ambiente favorable para el desarrollo y la enseñanza del niño.

Adiós a la cuna: cuándo estrenar cama

Pasar de la cuna a la cama es una etapa clave para cualquier niño. Este importante paso depende de la madurez y el tamaño del pequeño. Aunque no hay una edad concreta para hacer el cambio, los dos años son una época muy buena para que tu hijo estrene su nueva cama.

En la cama el niño tiene libertad para levantarse y desplazarse por la casa, mientras que en la cuna sus movimientos son más limitados. Antes de dar este paso debemos asegurarnos de que nuestro hijo tenga unos buenos hábitos de sueño. Siempre que la cuna sea segura para el peso y el tamaño del pequeño, no tienes ninguna prisa. Lo ideal es esperar a que lo demande el niño, lo que suele ocurrir a partir de los dos años.Claves para un buen cambio

  • Si el niño empieza a escalar y saltar fuera de la cuna, te está haciendo saber que ha llegado el momento del cambio.
  • Al principio es interesante limitar la zona de su cama mediante unas barreras de seguridad o un sistema acústico que te avise si sale de su habitación. Los primeros días visítalo con frecuencia para que no se sienta encerrado.
  • La cama debe ser segura y amplia, no muy alta y sin esquinas salientes. Colócala lejos de ventanas y enchufes.
  • Cuando decidas que tu hijo tiene que ir a la cama, hazlo de un día para otro y transmítele tu alegría porque ya es mayor y, por tanto, merecedor de dormir en una cama. Ese día puedes organizar «la fiesta de la cama», en la que todos celebraremos el cambio y lo comentaremos con familiares y amigos.
  • Le vendrá bien participar en el desmontaje de su antigua cuna y el montaje de su nueva cama.
  • Si el niño es muy inquieto, antes de pasarle definitivamente a la cama puedes colocar su colchón en el suelo sobre un aislante. Así evitarás el riesgo de caídas y la necesidad de colocar barreras protectoras.
  • Lo fundamental para que un niño duerma bien es que se sienta seguro, tanto física como psicológicamente, y esa seguridad, en gran medida, se la transmiten sus padres.

domingo, 13 de julio de 2008

Mi bebe no comeeeeee

1 No obligar nunca a comer a un niño. Un adulto puede que se niegue a probar bocado por los dictados de la moda pero a un crío aún no le pesan las normas sociales. Por tanto no se debe insistir en que el niño trague a toda costa.

2 Cuánta cantidad de comida es necesaria. Cada uno de nosotros necesita un aporte calórico distinto, razón por la que la alimentación no puede tomarse como una ciencia exacta. Unos zampan como elefantes mientras otros comen como pajaritos. ¿Por qué entonces se intenta medir a los niños por el mismo rasero? Un niño de año y medio puede que necesite comer la misma cantidad que un bebé de nueve meses.

3 ¿Seguro que no come nada? Para la mayoría de los padres no comer nada significa que su hijo no engulle lo que ellos creen que necesita. Quizá si su medida fuera medio plato en vez de uno repleto hasta el borde cambiaría su percepción.

4 Los que de verdad no comen. Las enfermedades y los celos provocan un rechazo a la comida que suele ser transitorio y una vez solucionado el problema regresa el apetito.

5 El trabajo de mamá. El regreso laboral de mamá origina en ciertos bebés una negativa a alimentarse si no lo hace su madre. Pueden no consumir nada en ocho horas y luego ponerse las botas cuando ella regresa.

6 Un asunto de honor. Los padres, sobre todo las madres, suelen vivir la inapetencia como un agravio personal. Otras consideran un deber atiborrar a su hijo.

7 Culpabilidad. Frustración y un terrible sentimiento de no saber cumplir como lo hicieron con ella, fustigan a muchas madres para quienes la hora de la comida es un calvario.

8 Niños incomprendidos. Imagínese qué pensará su hijo. Él, que sólo cuenta con el cariño de sus padres, de repente se ve atacado por aquellos en quienes confía, que insisten en cebarle cuando ya no le entra más y encima se enfadan y le gritan.

9 La prueba definitiva. Coma en proporción a lo que da a su hijo. Si el niño pesa 10 kilos y engulle un plato, tráguese usted cinco o seis raciones. Seguro que revienta.

10 Pecho "for ever" y a libre demanda. La leche materna es el alimento más completo y nutritivo. Si el niño no pierde peso es conveniente alargar la lactancia hasta el año o los dos años. Siempre sin imposición de horarios, porque él ya lo pedirá cuando lo necesite.

11 Las papillas. Nunca se debe sustituir el pecho por la infundada creencia de que los cereales alimentan más. Cuando los niños ya degustan papillas hay que saber que casi ninguno logra terminarse la medida recomendada porque es simplemente una orientación, no un dictado.

12 Horror a las verduras. El pequeño estómago de los niños admite pequeñas cantidades, o sea, muchas calorías en poco volumen. Las verduras contienen mucha fibra y escasas calorías, por lo que les enguachina pero no les sacia. Apenas unas cucharadas serán suficientes para que le saquen el gusto.

13 La papilla de frutas. Con las frutas viene a suceder lo mismo que con las verduras. Si el crío las rechaza pruebe a darle una manzana a mordiscos o una pera en trocitos, por ejemplo. Las recomendaciones y mezclas frutales del pediatra no tienen por qué ir a misa.

14 Respetar el sueño. Algunos padres enchufan a sus hijos el biberón mientras éstos duermen y después se quejan de que no comen cuando están despiertos. ¡Pero si ya se han alimentado!

15 Chucherías prohibidas. Al margen de que el niño coma o no coma, los dulces y las famosas chucherías sólo una vez al año para que no hagan daño.

16 La crisis del año. Justo a los 12 meses se frena la velocidad de crecimiento y por tanto no precisan la misma cantidad de alimento. A partir de los cinco años aumentarán el gasto energético y las necesidades.

17 El perceptil. Las gráficas de peso traen fritos a los padres. En cada país se elabora una distinta y nunca coinciden entre ellas. ¿Quiere eso decir que según el lugar del mundo en que pesen a su hijo estará por encima o debajo de la media?

18 Defensas infantiles. Los más pequeños se defienden ante la indigesta ofensiva paterna a base de hacer bola, escupir e incluso vomitar. Nunca se niegan por capricho. Evolutivamente los críos tienden a rechazar los sabores desconocidos por simple supervivencia.

19 Un dragón llamado alergia. La alergia puede provocar la negativa del niño a ingerir ciertos alimentos como la leche, el gluten, el huevo o cualquier otro incompatible con su inmaduro organismo. Por eso es conveniente no obligar a comer.

20 Estimulantes del apetito. Los tónicos estimulantes contienen psicofármacos que actúan sobre el centro cerebral del apetito y su efecto desaparece en cuanto se deja el medicamento. Poco aconsejables salvo excepciones.

21 Cómo introducir los alimentos. A partir de los seis meses se pueden ir probando nuevos sabores con gran precaución y muy lentamente.

22 Estrategias. No guardar la comida para la cena. Ponerle en el plato sólo lo que suela tomar aunque sean tres cucharadas, si tiene hambre pedirá más. Evitar las broncas y los sobornos.

23Vegetarianos. Cuando los padres son vegetarianos los niños pueden vivir perfectamente con una dieta ovo-lacto-vegetariana.

24 Acostumbrarse a comer de todo. Obligarle a comer un determinado alimento es la mejor forma de lograr que lo odie para el resto de su vida. Si no se le fuerza acabará probándolo.

25 Comer solo. Un niño se puede negar a comer porque quiere meterse él mismo el alimento en la boca y no se lo permiten. Aunque se estire la hora del almuerzo y ponga todo perdido es preferible concederles cierta independencia.


Salud y derechos reproductivos de la adolescencia

n los últimos años ha surgido un consenso mundial para definir la adolescencia como un periodo particular e importante en la vida de cada persona. En una declaración conjunta, hecha en 1998 por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) y el Fondo de las Naciones Unidas para Actividades en Materia de Población (FNUAP), se declaró que el término "adolescencia" se refiere a personas que tienen entre 10 y 19 años. En la actualidad una de cada cinco personas en el mundo se encuentra en la etapa de la adolescencia. En gran parte, las necesidades referentes a la salud reproductiva de este grupo han sido negadas o han sido tratadas como un aspecto indistinguible de los problemas de la salud infantil.

No obstante, lo cierto es que muchas niñas pertenecientes a diversos contextos sociales y culturales deben afrontar asuntos relacionados con la salud sexual y reproductiva cuando tienen apenas 10 años de edad: pueden ser forzadas a contraer matrimonio siendo aún muy jóvenes, pueden ser víctimas de violación o incesto, y/o pueden ser sometidas a la circuncisión femenina/mutilación genital femenina (CF/MGF). Debido a que las adolescentes no tienen acceso ni pueden escoger libremente métodos anticonceptivos apropiados, pueden verse enfrentadas a embarazos no deseados o inoportunos. Un desmesurado número de adolescentes en todo el mundo se ven sometidas a la práctica de abortos ilegales y en condiciones de riesgo debido a la carencia o a la limitada existencia de información y de servicios de salud reproductiva de excelente calidad, incluyendo la anticoncepción. Además, los y las adolescentes son más susceptibles a adquirir el VIH/SIDA y otras infecciones transmisibles sexualmente (ITS) debido a factores como la temprana iniciación sexual, la explotación y la violencia sexual, y las dificultades para negociar una adecuada protección en sus relaciones sexuales. Por otra parte, la inmadurez física de muchas adolescentes asociada a la falta de acceso a servicios adecuados de asistencia médica prenatal o materna, aumenta las posibilidades de riesgo de muerte debido a complicaciones relacionadas con el embarazo.

La Convención sobre los Derechos del Niño y de la Niña celebrada en 1990, reconoció por primera vez a nivel internacional, el derecho a la salud de los y las adolescentes, incluyendo su salud reproductiva. Al reconocer explícitamente el derecho que tienen los y las adolescentes "al disfrute del más alto nivel posible de salud y a servicios para el tratamiento de las enfermedades y la rehabilitación de la salud", la Convención obliga a los gobiernos a que aseguren a los y las adolescentes el acceso a los servicios de salud reproductiva.

En la Conferencia Mundial sobre Población y Desarrollo que tuvo lugar en 1994, los gobiernos acordaron brindarle información y servicio a los y las adolescentes para ayudarles a entender su sexualidad, y a protegerse de embarazos no deseados y de ITS.

Sin embargo, debido a controversias relacionadas con la sexualidad de la adolescencia y a la falta de conocimiento general sobre las necesidades sexuales y reproductivas de esta población, muy pocos países han creado centros de servicios médicos adecuados para los y las adolescentes. Las personas encargadas de formular políticas, los profesionales de la salud, los padres y los educadores deben trabajar para ayudar a que los y las adolescentes se desarrollen como adultos sanos, brindándoles información y consejería exacta y de fácil acceso, así como brindándoles servicios médicos de alta calidad que les aseguren autonomía y continuidad en su salud reproductiva.